El dragón susurra:
« Muerde, muerde, hombre, el fruto que te hará dios ». Y vosotros mordéis. No sabéis que coméis vuestra condenación. Os hacéis de una genialidad semidivina, es cierto, habéis arrancado muchos secretos al universo y habéis esclavizado las fuerzas de la naturaleza. Pero no teniendo como contrapeso el amor en vuestro saber, vuestro saber se ha convertido únicamente en poder destructor. Y Satanás silba su alegría porque en vuestros descubrimientos ve su signo que niega a Dios. Sólo su signo.
Os batís con vuestros cuerpos. Pero en realidad son las almas las que se baten. Os batís por orden de cuatro o cinco poderosos. Creéis que sea así. No. Uno es el ejecutor de esta ruina. Uno que está sobre la tierra, porque vosotros lo queréis, pero que no es de esta tierra. Satanás es quien mueve los hilos de esta carnicería en la que, más que los cuerpos, son las almas las que mueren. Y vosotros, que ya no sabéis amar, os tomáis la obligación de servirlo y os matáis recíprocamente, y maldecís a quien no tiene culpa de vuestro mal: …
¡Oh, hijos que perecéis porque negáis siempre, porque lo negáis todo!, no neguéis la existencia de Satanás. No se trata de patrañas de chismosas; no es una superstición medieval. Es auténtica realidad. Satanás existe. Y no se cansa nunca de obrar. Satanás no se cansa nunca de hacer el mal.
Satanás merodea a vuestro alrededor como un león rugiente y obra en las tinieblas para llevaros consigo.
Cuando una criatura nace a la inteligencia, Lucifer se ocupa poco de ella; se limita a observarla escudriñándola. Pero a medida que la criatura comienza a saber pensar, a saber emplear su voluntad, es decir, cuando ya ha pasado los siete años, Lucifer aumenta sus atenciones y empieza su adoctrinamiento.
El ministerio angélico instruye y conduce a los espíritus con palabras de luz. El ministerio satánico instruye e instiga a los espíritus con palabras de tinieblas. Es una lucha interminable. Que venza o pierda el uno.
Mas, entre esos dos que combaten, hay otro ser que, en el fondo, es el personaje más importante: está el hombre por el cual los dos combaten. Está el hombre, libre de seguir su voluntad y dotado de inteligencia y razón, munido de la fuerza incalculable de la …
Se aprovecha del dolor, de la necesidad, del abandono, de las desilusiones y se abalanza como una pantera sobre vuestra desconsolada debilidad, sobre vuestra atónita debilidad de ese momento, con la esperanza de venceros esta vez para rehacerse de todas las veces en que le habéis vencido.
¿Cuáles son sus medios? Son infinitos. ¿Cuál es su método?
Es uno solo: La dulzura benévola, engañosa, la palabra meditada y calma, la apariencia de un amigo que ayuda, que está dispuesto a ayudar.
¿Ya has sufrido estos asaltos?
Los sufrirás aún, serán numerosos y cada vez más astutos. ¡Oh, qué rencor hacia Mí y hacia ti!